Probablemente su invento sea casi tan antiguo como la misma humanidad. La usamos infinidad de veces cada día. Nos proporciona seguridad, silencio, recogimiento e intimidad mientras que, mostrándonos su lado más hostil, podemos quedar atrapados por una de ellas o… peor aún… nos la cierran de un portazo delante de nuestras mismas narices: Estoy hablando de LA PUERTA.
A algunas de estas puertas que usamos a diario nos acercamos llenos de ilusión y esperanza mientras que otras nos infunden temor o inseguridad. Por algunas se puede pasar solo después de abonar una entrada e incluso las hay que quedan absolutamente inaccesibles para la mayoría de la gente común…
Pero hay una puerta – indudablemente la más importante de todas – que está abierta de par en par, invitando a todo aquel que quiera entrar. No es simplemente otra más. Entrar por esta puerta lo significará TODO para ti: en esta vida e incluso – ¡y sobre todo! – para la eternidad.
La Biblia nos la presenta como el único camino de Salvación. El Señor Jesús lo expresa de la siguiente manera: ”Yo soy la puerta; si alguno entra por mí, será salvo.” Juan 10:9
Esta clara y contundente afirmación no necesita ninguna interpretación: ¡Él (Jesús) es la puerta y entrando por él seremos salvos!
No encontramos en la Biblia ninguna otra “entrada” a la vida eterna. Por más que nos pueda sorprender no se puede tener la salvación – y por ende entrar en el cielo – por medio de ninguna de la muchas religiones existentes, ni por medio de determinada iglesia, ni por la mediación de ninguna persona u organización – por buena y respetable que ésta sea.
La única puerta, por la que según el Nuevo Testamento podemos entrar al cielo, es por medio de la fe en Jesucristo y su obra de salvación en la cruz del Calvario.
Muchas personas, aunque tengan cierta fe en Cristo, finalmente piensan que podrán entrar en el cielo, por ser buenos, por hacer el bien al prójimo o porque hayan hecho buenas obras. Pero la salvación sólo la podemos recibir por gracia (el favor inmerecido de Dios) y por la fe en Cristo: “Por gracias sois salvos, por medio de la fe… – …no por obras, para que nadie se gloríe” Efesios 2;8-9.
En la vida cotidiana algunas veces nos equivocamos de puerta, y otras no podemos entrar donde quisiéramos.
Querido amigo, ¡qué esto no te pase en lo espiritual! En este asunto no podemos permitirnos ninguna equivocación, ya que tendría nefastas – y además eternas – consecuencias para nosotros.
Por ello te pregunto: ¿has entrado ya por la puerta que es el Señor Jesucristo? Él mismo no sólo se presenta como la puerta, sino también nos insta a entrar por ella: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; por que estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” Mateo 7:13+14
Hoy el Señor te extiende esta misma invitación a ti – seas quien seas. ¿Cómo puedes hacerlo?
– Reconoce que eres pecador. ¡En esta situación nos encontramos todos los seres humanos! Y sin embargo Dios nos ama tanto que entregó su vida por cada uno de nosotros.
– Admite que necesitas cambiar tu manera de pensar (arrepentimiento); no debes vivir más tiempo de espaldas a Dios.
– Si lo crees y entiendes así puedes pedir a Jesucristo que él te perdone,
– dándole las gracias por haber pagado por tus pecados en la cruz.
– Dile que quieres que Él sea tu Señor y Salvador.
Dile todo esto en una oración que salga de lo más profundo de tu corazón.
Así entrarás por la puerta. La única puerta que te lleva al hogar del Padre cuya seguridad siempre anhelabas. Él te está esperando, deseando que tú – una preciosa y amada criatura suya – llegues a ser su hijo.